Es el año 2352. Chakona es el nombre del planeta que alberga a la mayor parte de los Chakats, Skunktaurs y otros seres antropomorfos inteligentes creados por la humanidad hace ya varios siglos.

También, en Chakona, viven otras especies inteligentes de origen fóraneo, como los Renzar del planeta Grom (criaturas bípedas parecidas a osos) y los Rakshany oriundos del planeta Raksha (seres parecidos a grandes felinos), los Voxxans, etc. Del mismo modo, hay humanos nacidos y criados en Chakona y también migrantes de Terra (la Tierra), que han venido en busca de un mejor futuro.

Chakona es un lugar con su propia cultura y tradiciones, donde las viejas celebraciones terrestres, son recordadas sólo por algunos migrantes o habitantes de Terra. Esteban Melinao, el jóven ingeniero humano que llegó desde Sudamérica a estudiar en la prestigiosa Universidad de Dewclaw, (y que actualmente vive con una familia Renzar), les propuso a todos, celebrar la Navidad para darla a conocer a los niños del vecindario, mayoritariamente pequeños cachorros de chakats, que no conocen ésta hermosa tradición terrestre. Para eso, pidió ayuda a sus tres compañeros de la universidad, Chakat Lorna, Jhonny Carruthers, un humano como él y Vera la ingeniera antropomorfa felina. Esa noche de Navidad, todos vinieron a casa de los Renzar ataviados con sus respectivos sombreros rojos y campana en punta, para la ocasión.

– Por qué Esteban nos pidió usar éstos extraños sombreros rojos? Qué significan?- Preguntó extrañada el Chakat Lorna, mientras se dirigían caminando hacia el barrio donde vivían los renzar.

– Je je je… Es una antigua tradición terrestre. Estos son los sombreros que usan los duendes ayudantes de Santa Claus- Respondió Jhonny sonriendo.

– A mí me gustan. Son muy lindos. Y ésta campanita que tienen en el extremo, la adoro je je je- Agregó Vera mientras la hacía sonar moviendo la cabeza.

– Hmmm… No sé, me siento extraña usando esto- refunfuñó el chakat.

– Vamos Lorna. Hazlo por los cachorros. Son los niños quiénes se divierten mucho- Agregó Jhonny poniendo un brazo en torno a ella. Al doblar una esquina de la calle, pudieron vislumbrar finalmente la casa de los Renzar. Al llegar a la entrada, sin embargo, se sorprendieron al ver a Natany Sivem, la renzar policía, salir presurosa con una bandeja de aperitivos hacia la calle.

– ¡Hola chicos finalmente llegaron!- exclamó Natany, quién también lucía un sombrero rojo en forma de cono en su cabeza. Tras saludarlos a todos con un gran beso en la mejilla (los renzar tienen una boca grande), la anfitriona señaló.

– El espectáculo para los niños ya comenzó. Todos están allá. Es en la plaza central de la villa. Jhonny, ¿serías tan amable de traer las bandejas de aperitivos que quedaron en el interior?

– Por supuesto Natany. En qué otra cosa podemos ayudar?- respondió el humano presuroso.

– También quedan adentro los último regalos para los niños de la villa. Esos también hay que traerlos- agregó la renzar.

– No hay problema. Vera y yo los traeremos- respondió Lorna mientras ambas ingresaban a la casa por ellos.

– Vaya. No esperaba celebrar Navidad aquí en Chakona. Mi familia, siendo humana, nunca lo hace.- comentó Jhonny.

– Bueno, admito que para mí también es la primera vez. Cuando Esteban nos propuso hacerlo para los niños del barrio, me pareció una idea novedosa y divertida.

– Sí, supongo que lo es… – dijo Jhonny pensativo.

– Muy bien Natany, imagino que ésto es lo que necesitas- dijo Lorna saliendo de la casa con una bandeja de aperitivos en las manos, mientras Vera hacía lo propio con varios paquetes envueltos con vistosos colores.

– Vamos Jhonny… Dame una mano aquí!- reclamó la morfo felina agitando la cola.

– Enseguida mi amor- respondió presuroso el humano presto a ayudar.

– Bien chicos. El escenario está montado a un par de cuadras de aquí. Síganme- dijo la voluminosa renzar, para luego caminar rápidamente por la calle en dirección al lugar de la celebración.

– No olviden sus sombreros. Ustedes también son ayudantes de Santa!- Agregó.

– Todavía no entiendo quién es Santa- respondió Lorna con curiosidad.

– Ya te dije. Ésto es una antigua tradición terrestre- comentó Jhonny asomado apenas detrás de varias cajas envueltas que traía en sus manos.

Tras avanzar por un par de calles de la villa, finalmente llegaron a un espacio cuadrangular en medio del barrio, con varios árboles y plantas. Era como un pequeño parque. Al medio, se encontraba un escenario montado con mucha gente observando alrededor. La mayoría eran vecinos chakats del lugar. También había renzar, amigos de la familia de Regthar Siven, hermano de Natany, y algunos colegas de la comunidad residente. Más cerca del escenario, un montón de cachorros de chakats, algunos antropomorfos, otros pequeños skunktaur y un par de niños humanos, miraban expectantes la obra de teatro que Esteban, junto a Doren, Lilethe y otros vecinos del barrio, habían montado para ellos.

– Miren… Aquí es- Dijo Natany acercándose sigilosamente por detrás del escenario. Al llegar, encontraron a Sorah Grovem, cuñada de Natany, junto a otros vecinos chakats, dándole los últimos retoques al traje rojo de Santa Claus que Regthar se había puesto.
Por ser el más grande y gordo de los Renzar presentes, lo habían escogido para cumplir ese papel.

– ¿Te sientes cómodo amor?- Preguntó su esposa Sorah, mientras ajustaba el traje sobre su barriga.

– No te preocupes cariño. Es un poco caluroso, pero sobreviviré. Seguramente, este señor que repartía regalos, vivía en un lugar muy frío del planeta Tierra- dijo Regthar con una sonrisa antes de ponerse una barba blanca postiza.

– En el polo norte. Esteban nos lo dijo, lo recuerdas?- Dijo Natany al llegar con los ingenieros.

– Hola chicos. Que bueno que vinieron.- Saludó Sorah con una sonrisa.

– Regt. Se supone que somos tus ayudantes. Pero no sé que debemos hacer aún- dijo Jhonny con curiosidad.

– Oh! Es muy simple hijo. Ustedes tienen que ayudarme a repartir todos ésos juguetes que están ahí- respondió el renzar señalando una mesa llena de regalos para los niños.

– Ay que lindo! Me está gustando la Navidad!- Exclamó Vera con emoción, juntando las manos.

– Bien hay que estar atentos a la señal que nos den desde el escenario- dijo a su vez Natany.

*

Los niños, sentados en la hierba al pie del escenario improvisado, disfrutaban de un espectáculo de títeres y pantominas realizados por artistas y artesanos locales. Luego, un par de músicos chakonianos, incluyendo algunos vecinos, cantaron para todos, canciones de la tradición de Chakona y algunas antiguas melodías de la Tierra, incluyendo las navideñas que Esteban sugirió.

Posteriormente, tocó el turno a Esteban, quién junto a Lilethe, recrearon la historia terrestre de lo sucedido en Belén. Doren, usando su telequinesis, mantuvo suspensión sobre el escenario, una pequeña lámpara, representando la estrella errante, mientras tres chakat le daban regalos a una criatura recién nacida, acostada en un montón de paja.

Tras aquella presentación, se escuchó detrás del público, una estruendosa carcajada. Los niños, miraron espectantes lo que sucedía. Era Regt, quien intentaba imitar la risa típica de Santa Claus, aunque sin mucho éxito. Por los bordes del escenario, también aparecieron los «ayudantes» de Santa, con sacos de regalos, que comenzaron a repartir a los niños. Se armó un gran desorden con la alegría de los más pequeños mientras recibían sus regalos. Los adultos estaban felices. Esteban y Lilethe bajaron del escenario tomados de la mano y agradecieron a todos por haber venido. Sorah, junto a otros vecinos, comenzaron a repartir pequeños refrigerios y una suave y dulces bebida entre los adultos. El ambiente era de mucha armonía, paz y alegría. Sobre todo al ver a los pequeños felices con sus regalos.

En un instante fue tanta le emoción de los cachorros por conocer al «Santa Claus» de la historia, que se avalanzaron sobre Regthar, haciéndolo caer al suelo, en medio de la carcajadas de todos.

Una chakat anciano, se acercó al escenario desde la multitud. Se dirigió directamente a Esteban quién aún se encontraba junto a Lilethe, saludando a los presentes.

– No me gusta lo que haces muchacho. Hace muchos siglos atrás, que los chakats dejamos atrás toda la nefasta cultura humana y sus creencias. No tienes por qué venir aquí a meter en la cabeza de éstos niños, las doctrinas de tu civilización decadente.- Ni Esteban, ni Lilethe, podían creer lo que escuchaban. La sorpresa inicial, dió paso a la tristeza en el corazón de Esteban, quien bajando la cabeza, solo atinó a decir.

– Lo lamento Shir. Yo… Yo sólo quería dar un poco de alegría a los niños del vecindario. Nunca fue mi intención molestar a usted ni a otros vecinos. De verdad lo siento, discúlpeme por favor- agregó para luego alejarse del lugar.

– Lilethe, notando el dolor que esas palabras causaron en Esteban, contuvo su ira, para no arruinar el momento. Tras respirar profundo, respondió.

– Shir Vang. Mire a los niños. ¿Acaso no ve lo felices que están? Si bien la Navidad no es una tradición chakoniana, es una hermosa tradición. No todo lo que nos legaron los humanos es malo. Hay cosas buenas también…

– Hmmm- respondió el chakat cruzándose de brazos.

– Mire. Ésto es para usted- dijo de pronto Lilethe tomando una cajita que se encontraba en el escenario- Que tenga una feliz Navidad- Remató con una sonrisa la skunktaur entregándole el presente al chakat.

– ¿Qué es ésto?- preguntó Vang.

– Abralo y verá…- remató Lilethe paral luego ir con los demás también, no sin antes pensar para sí que, en todas las especies, hay gente amargada.

*

– Hey tranquilos niños. Todos tendrán su regalo- decía Jhonny mientras era rodeado por desordenados e inquietos cachorritos, ávidos de recibir un presente.

– Ésto es maravilloso- Comentó uno de los renzar, colega luchador del coliseo deportivo de Regthar… -¿Cómo se llama esto?

– Navidades, aunque no estoy seguro- respondió otro con quien se encontraba.

– Ah mira. Ahí viene el hijo de Regt preguntesmosle- dijo señalando a Esteban quién pasaba cerca.

– ¿Oye chico. Cómo se llama todo esto?- preguntó el fornido renzar con una voz profunda.

– Se llama Navidad. Les gustó el espectáculo?- respondió Esteban.

– Oh sí muy bonito.

– Si sí, muy bonito. Mi hijo está muy contento entre los demás niños. Pero dime. ¿Por qué hay un árbol con luces y una estrella en la punta?

– ¿Y de qué está disfrazado el panzón de Regthar?

– Bueno, el árbol es un símbolo que se pone en cada hogar- respondió Esteban.

– Los árboles crecen dentro de las casas en tu planeta?- Preguntó otro de los Renzar con curiosidad.

– No…

– Y ese tal Santa, reparte regalos en todo el planeta? Cómo se mueve tan rápido? Acaso trabaja para la Federación Estelar? Porque conocemos a Regthar, y él no podría hacer eso- comentaban los osos antropomorfos entre carcajadas.

– Je je… Bueno, algo así… Después les explicaré- respondió Esteban mientras su mirada se posaba en una tenue mancha luminosa que se veía al otro extremo de la calle.

– Discúlpenme caballeros- dijo el humano con cortesía, para luego alejarse del lugar.

Aquella luminosidad poco a poco iba tomando forma en medio de la noche, por lo que Esteban corrió para ver de qué se trataba. Al llegar a la esquina de la calle, una figura conocida se presentó ante él.

– Ugkar! Que haces aquí!- Exclamó el muchacho con emoción.

– Mi nave entró en órbita hace unos días, y la teletransportación hizo el resto, muchacho- Respondió el recien llegado. Ugkar era un skunktaur que hace poco tiempo había ingresado a servir en la Federación Estelar, por lo que portaba un flamante uniforme de subtentiente.

– !Qué gusto me da verte de nuevo!- dijo Esteban abalanzándose él dándole un apretado abrazo.

– Oh Ugkar. Tu uniforme de la Federación no puede ocultar tu olor… Me recuerdas tanto a Vroeg…-

– Lo sé niño. Y verte, pues también me hace pensar en él- respondió el skunktaur.

– Ven, Lilethe y Doren se pondrán contentas de verte también- agregó Esteban.

– No… Olvídalo. No puedo quedarme por mucho tiempo. Vine sin permiso de la gruñona de Krim, así que debo regresar pronto. Le prometí al operador del teletransportador que le traería un trago de Grom si me dejaba venir je je je.

– Je je eso es justo. Entonces llamaré a Lilethe por…

– No muchacho. Ya habrá tiempo para los demás. Respecto a Lilethe y Doren… Quiero decirte que me alegro mucho que Doren también esté contigo ahora. Después de lo que pasó en Berdoovia… Ahora ambas son tu clan. Cuídalas mucho. Y ellas cuidarán muy bien de tí.

– Claro que sí. Aún no me acostumbro a la personalidad de Doren, pero creo que voy por buen camino- respondió Esteban con una sonrisa.

– A veces ella es impulsiva, pero sé que lo manejarás bien, muchacho… Esteban, vine a ver qué ocurría, porque noté que muchas cosas pasaban por tu cabeza últimamente. ¿Qué es esto? ¿Les trajiste una tradición terrestre a tu familia y amigos?

– Quise mostrarles algo bueno de mi mundo, Ugkar. Pese a todo lo que viví allí, también hay cosas buenas que rescatar.

– Hmmm… Por lo que veo no todos piensan así, Esteban.

– Sí. Lo sé. Cómo humano, debo aceptar los prejuicios de los chakats, y de los skunktaurs. Supongo… que tendré que vivir con eso toda mi vida.

El skunktaur, miró a Esteban con un aire compasivo, y después de suspirar un momento, comentó.

– Esteban, supongo que no importa en lo que la gente crea. Lo importante es el mensaje que deseas entregar. Yo, por mucho tiempo, envié mensajes negativos al mundo, cegado por mi odio, y mi dolor. Pero con el tiempo, y especialmente gracias a tí, entendí que incluso en el dolor… Es posible amar… Papá me ayudó con eso también, desde donde él se encuentre… De ese modo, también entendí que ese ser, que visitó tu planeta hace 2350 años atrás, y cuya llegada celebran en Navidad… Tenía razón- reflexionó el Ugkar.- Se puede amar aún con el corazón destrozado, porque ese mismo amor, es el consuelo y la cura para sanarlo…

– Empiezas a hablar como Vroeg, je je je…- comentó Esteban con una sonrisa.- Eso me agrada.

– Eh?.. Yo?..- Preguntó Ugkar un poco avergonzado.

– Si la humanidad hubiera hecho caso a las palabras de aquel hombre, tal vez no hubieramos fallando tanto como especie… – Agregó Esteban.

– Tal vez… Bueno muchacho. Es hora de volver a la nave espacial. Krim se enfadará conmigo si no me encuentro allá- agregó el skunktaur.

– Ugkar… ¿Nos visitarás nuevamente?- inquirió Esteban con emoción.

– Meh… No te prometo nada. Aún estoy bajo vigilancia federal, supongo. Pero haré lo posible. También deseo ver a Lilethe y Doren.

– Ellas estarán felices. Gracias por venir…. Feliz Navidad Ugkar.-

– De… De acuerdo… Feliz Navidad para ti también- respondió el skunktaur dándole un apretado abrazo al humano. Luego, usando su comunicador, exclamó: – Aquí Ugkar listo! Energice!- Tras lo cual, su cuerpo comenzó de desmaterializarse hasta desaparecer por completo. Esteban, luego de un instantes, volteó para regresar dónde todos los vecinos se encontraban aún celebrando. Los niños ya jugaban con sus juguetes, mientras «Santa Claus» y sus «ayudantes» descansaba compartiendo algo de beber.

Al aproximarse, caminando cabizbajo, Esteban se dió cuenta que un chakat se acercaba lentamente a él. El mirarlo más de cerca, el humano notó que el tauro tenía lágrimas en los ojos. Era la mismas vecina que un rato atrás, lo había criticado. Sin decir palabras, el chakat lo recibió con un cálido abrazo y Esteban respondió de la misma forma.

– Lo… Lo siento hijo. Perdona a ésta vieja… Perdón por lo que te dije hace un rato- dijo entre sollozos, mientras que de su mano, pendía un bonito colgante metálico, que Lilethe le había obsequiado en esa cajita. En él, se podía leer con claridad la frase:

«Ama a tu prójimo, como a ti mismo«

En ese instante, el reloj marcó las 12 de la noche. Navidad, ya había llegado.

(El ambiente, los lugares y las criaturas descritas aquí, pertenecen al universo Chakat creado por el escritor autraliano Bernard Doove. Esta historia y sus personajes, son de mi autoría)

Ben Zider 2021